domingo, 3 de septiembre de 2017

La mente no se jubila

                                      Cualquier parecido con la realidad puede ser ficción... o no.

Estos magníficos personajes, han salido a pasear, se han aburrido de estar en las mismas páginas y andan buscando acción.
Así que, lectores de 'El cartero del mar', si algún personaje desaparece, quizá se encuentre dentro de este relato.


La mente no se jubila

La cabeza alta, sonriente, conservando el porte juvenil, pero mucho más envejecido. Se veía en sus manos, en su escasa cabellera gris, en su cara de haber visto demasiado. Sin embargo, seguía dando largas caminatas en las que nadie podía seguir su ritmo. En eso no había cambiado.
Un hombre del siglo pasado. Armando, mi padre.

-Armando, como está usted hombre.
-De maravilla. En un chiringuito, enfrente del mar. ¿Quién necesita más?
-Yo, Armando, yo necesito más –respondió Manolo sentándose a su lado.
Mi padre, hacía dos semanas que esperaba esta visita, aunque Manolo no tuviera ni idea.
A pesar de que mi padre era un ingenuo y se enteraba de poco en lo referente a la vida familiar. En los negocios era más espabilado que el hambre. Precisamente eso fue lo que le permitió conservar la barriga llena, cuando aún era un niño en un mundo de adultos hambrientos. Porque la picardía y la suerte nunca han abandonado a mi padre. O por lo menos, eso era lo que decía Manolo, treinta años más joven que él.

-Hace un mes abrí un bar, los primeros días se llenó de gente, pero entonces, el traicionero de mi cuñado, abrió otro bar igualito al mío en la calle de enfrente y toda la clientela se fue, como si me hubiera vuelto transparente. ¿Qué hago Armando?
-Yo no he tenido bares -una chispa brilló en sus ojos-, pero déjame pensar... Mañana me pasaré por tu bar a probar esas comidas, a lo mejor ahí está el problema.
Al día siguiente mi padre llegó puntual a la hora del almuerzo.
-Creo que tengo la respuesta –afirmó mi padre, una vez que comió a gusto y se tocó la barriga satisfecho–. Mañana volveré con mi mujer y por favor, pon un poco de música de fondo y que sea de los 80.
Al día siguiente también mi madre comió gratis y a cambio enseñó a Manolo a preparar su mejor receta de pollo al pimentón.
Pasó otro día más y llegó con mi hermana, porque en todo bar se necesita una buena receta vegetariana, se justificó mi padre. Y después de ese día fui yo la que le acompañé, donde también se sumó mi hija Julia y mi madre, la pasta era algo que no podía fallar en una casa con niños.
Incluso esa misma semana trajimos de invitada a Stella, que preparaba el Salmón como nadie, no nos olvidemos que regentó un restaurante. De paso, limpió su bar de malas energías dejando un intenso olor a incienso.

Manolo empezaba a mosquearse, mi familia llevaba una semana comiendo de gorra, a cambio de recetas caseras.
Cuando mi padre estaba degustando una de calamares con mi hija Julia, Manolo se sentó muy serio a su lado.
-Armando, esto no me queda nada claro, por ahora todos son gastos.
-Claro, primero hay que invertir. Ahora viene la jugada maestra.
Manolo aun conservaba una pequeña esperanza y le escuchó atentamente.
-Este sábado, festejaremos la nueva inauguración del local, voy a traer a todos mis amigos, por supuesto todos estarán invitados. Serán unas 60 personas.
Manolo se llevó las manos en la cabeza. Pero que podía hacer, si ya estaba todo perdido...
-Te aseguro que después de ese día vas a triunfar y tu cuñado no volverá a hacerte sombra.
El sábado, ante el recelo de Manolo y con la sensación de que le estaban tomando el pelo. Mis padres celebraron su 40 aniversario.
Fue tanto el jolgorio y la alegría que se vivió entre una mesa y otra, donde la bebida y el baile iban al compás, que la voz corrió rápidamente y el negocio de Manolo se popularizó en seguida. 'Al ritmo de la comida casera', rezaba el cartel en la entrada.

Mi padre seguía comiendo de balde en el bar de Manolo, aunque ahora frecuentaba mucho más los lugares donde había agencias de viajes. Tenía un nuevo objetivo: viajar gratis alrededor del mundo en su 41 aniversario.

Mi madre siempre había dicho, que la jubilación le dejaba demasiado tiempo libre...

Dedicado a mi padre.